18.11.13

Milagros de la tecnología



El post de hoy es directamente una batallita de Abuelo Cebolleta. Luego os diré a qué viene.

Lo que voy a contar ocurrió hace entre 8 y 10 años, en la oficina donde trabajaba. Implicados:
-         María, la Víctima.
-         Jorge, el Seductor.
-         Pablo, el Amigo enrollado.
-         Lorena, la Confidente.
-         Una servidora, la que pagó el pato.

Todos trabajábamos juntos, en diferentes departamentos de la misma empresa. María, Lorena y yo éramos bastante amigas. Lo suficiente como para contarnos nuestras vidas y vernos fuera del trabajo. Las tres solteras y sin niños. Jorge y Pablo también eran amigos entre ellos. Los dos casados y con niños. En una cena de empresa de esas de “Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”, tras meses de tonteo salvaje, María y Jorge se enrollaron. Fue bastante descarado, aunque no a la vista de todos. El asunto se repitió a lo largo de meses en varias cenitas festivaleras que por aquella época, dado que todos cobrábamos nóminas regularmente y la mayoría no teníamos ni hipoteca ni niños que nos las vampirizaran, hacíamos casi cada mes.

María me lo contó todo, hasta su preocupación por si se colgaba de Jorge, que estaba casado y del que ella se temía no ser más que un divertimento. Yo no dije nada ni a Lorena.

María y Jorge siguieron durante meses con sus aquí te pillo aquí te mato en medio de un subidón hormonal inmenso por parte de ella y un morbo creciente por parte de él. Yo fui mientras tanto, la escuchatriz de ella.

Un día que aún recuerdo perfectamente, iba de vuelta a casa tras un viaje de negocios con Pablo, el amigo enrollado, superabierto y majete de Jorge. En avión, cruzando el Atlántico para más señas, mira si me acuerdo. Sentaditos uno al lado del otro. La nena en ventanilla. Y el enrollado de Pablo me sacó el tema del affaire entre risitas y confidencias al más puro estilo Sálvame de Luxe. Yo empecé a alucinar (y a mosquearme, dicho sea de paso), porque estaba claro que para ellos era un juego morboso sin compromiso en el que no se daban cuenta de lo mucho que tenían que perder si el tema trascendía ni de cómo estaba quedando la mujer de Jorge mientras tanto. No solté prenda sobre cómo se sentía María al respecto, pero quedó tan claro que yo estaba al corriente como que Pablo también lo estaba por boca de Jorge.

Semanas después de esa conversación, María dejó de hablarme. Así, sin más. Sin una sola explicación. No trabajábamos juntas, pero hablábamos a diario y en cuestión de horas, se cerró en banda como una ostra. Yo lo achaqué primero a que era una tía un poco rara y necesitaba su espacio, después, a que dio la casualidad de que iban a despedirla y ella lo sabía, y pensé que estaba preparándose para dejarnos o algo así. Y luego me cansé de esperar y me fui a hablar con ella, porque tenía otro viaje y cuando volviera ella ya no estaría en la oficina. Se negó ni a mirarme a la cara, me despidió de su despacho con un “tú sabrás lo que me has hecho” y ya no la volví a ver.

Cuando volví del viaje, Lorena, que siempre ha tenido buen ojo para las relaciones y reacciones humanas, tenía preparada una sorpresa para mí. Al ver cómo me había tratado María, aprovechó la intimidad que les brindaba mi ausencia para averiguar sus motivos, y lo que me contó fue lo siguiente:

Resulta que el Gran Pablo, el amigo enrollado y complaciente, de pronto empezó a hacerle a María bromitas de dudoso gusto y doble sentido sobre su relación con Jorge. María, que bastante tenía con sentirse “la otra”, montó en cólera y exigió saber de dónde había sacado tan delicada información, y el Gran Pablo dijo que YO se lo había contado en aquel viaje de avión, no su amigo del alma. Para contrastar los hechos, María preguntó a Jorge si se había ido de la lengua y Jorge juró y perjuró por su honradez y la salud de sus hijos que no se lo había dicho a nadie. Con lo cual, María obtuvo la certeza de que había sido yo la que iba por ahí contando cómo y con quien se metía en la cama en sus ratos libres. Y automáticamente me tachó de su lista de seres vivos.

Lo curioso es que una chica tan investigadora como ella podría haber hecho lo mismo conmigo, encarárseme y pedir explicaciones. Entonces yo habría cogido de la orejita a todos los implicados, los habría metido en un despacho y les habría obligado a decir la verdad o a mentir como bellacos pero mirándome a la cara. Pero cuando me enteré de la movida, María ya no estaba en la empresa, y creí estéril meterme en fregados con el par de Listos de bragueta floja, entre otras cosas porque ambos tenían más cargo que yo y con estos sí tenía relación directa de trabajo.

Lo que ocurrió fue que perdí el respeto y la confianza profesional y sobre todo personal que les tenía a ambos. Seguí trabajando con ellos durante años, pero ya no volvimos a compartir cervezas. El tiempo y la crisis acabó por separarnos a todos y perdí definitivamente el contacto. Hacía mucho que no pensaba en ellos.

¿Y a qué viene esto? Pues a que hace un par de semanas me abrí una cuenta en Linkedin por temas de trabajo (más bien por la falta de él) y en un par de días, por obra y gracia de la red, ahí los tenía A TODOS otra vez, con sus mejores galas profesionales a la vista, sugiriendo ser conectados. ME CAGO EN LA MADRE QUE PARIÓ A INTERNET.

P.D. Por supuesto, los nombres son inventados, sólo faltaría eso, con lo jodía que es la Red para rastrear…

1.11.13

Esa niña me da pena



Hay personas que viven su vida sin tener hijos. Existen seres humanos que voluntaria o involuntariamente llegan al final de su existencia sin haber tenido descendencia…Y NO PASA NADA. No pasa nada por NO tener hijos, por preferir estar solo, dedicarse en cuerpo y alma a uno mismo y NO querer descendencia que perpetúe nuestra estirpe, apellido y genética allende los siglos.

¿Por qué entonces el señor y la señora X, conocidos míos con los que comparto de vez en cuando mesa y mantel en quedadas con amigos comunes, han tenido dos? Una niña de 6 años morena y vivaracha y un bebé de casi un año feo y llorón, el pobre. Y me dan pena los dos, los niños, no los padres, porque a los padres se les nota mucho que sus hijos les estorban. La niña es un demonio en potencia, pero me cae bien, todavía se podría salvar, sigue acercándose a su madre en busca de aprobación, de besos, de confidencias, y siempre es rechazada con un ¡tira de aquí! o ¿Y ahora qué coño quieres? Porque su madre está muy ocupada con el cubata en una mano y el móvil en la otra poniendo verde a alguna vecina. Ni una sola vez la he visto besarla, hacerle cosquillas, decirle lo lista o lo bonita que es, lo mucho que la quiere. Supongo que en casa se lo dirá, que tendrán sus momentos, pero al final, reflejamos en público de un modo u otro lo que somos en privado, y en público no hace más que quejarse de ella, y lo que es peor, lo hace delante de ella. A mi me da pena la niña, pero la madre no. Es imbécil, no sabe lo que se está perdiendo, no sabe que LA está perdiendo. A los 14 años todos odiamos a nuestros padres, pero aquello que hicieron con nosotros cuando fuimos niños es lo que hace que pasada la edad del pavo volvamos a ellos o los abandonemos para siempre. Y esta tía se está ganando a pulso que su morenita vivaracha deje pronto de buscarla para contarle la piedra tan bonita que ha encontrado y se lo cuente a cualquier otro que se cruce en su camino, y luego la imbécil se quejará de las malas compañías que frecuenta su hija y de que no le cuenta nada.

Yo no pensé nunca en tener hijos. No hasta que conocí a un tipo que valía tanto la pena como para hacerme pasar por el coñazo del embarazo, la tortura del parto y la esquizofrenia del postparto…2 veces. Si no hubiera aparecido, creo que me habría centrado en mi carrera profesional, habría viajado más y no habría cambiado un pañal jamás. Y ahora resulta que estoy más enamorada de lo que he estado en mi vida, de un chaval de 6 años tan listo como sensible que huele a magia y a vainilla. Me vuelve loca. No puedo estar sin él, me provoca una ternura increible escucharle, ver como se mueve, saber las cosas que le gustan, las que odia a muerte (las chicas y todo lo que tenga que ver con ellas, ya se lo recordaré a los 14, je,je) cocinarle su plato favorito que nadie hace más bueno que yo en el mundo, ¡yo que soy una cocinera lamentable! Ayudarle a pintar ese Pokemon que está intentando dibujar y no le sale, cepillarnos los dientes a la vez escupiendo al unísono, jugar a cualquier cosa y dejarme ganar sólo por ver su cara de felicidad, y guardar como un tesoro todas las cartas que ha escrito a los Reyes Magos desde que aprendió a escribir a los 3 años. El tiempo vuela, y pronto ya no vendrá a mi cama cuando tenga miedo por las noches, pero a ambos nos quedarán los recuerdos para toda la vida de la cantidad inmensa de horas que hemos pasado juntos pintando, jugando, haciéndonos confidencias y cosquillas, dándonos besos. Y sé que volverá a mi cuando se le pase la tontería. Estoy segura. Me lo estoy currando a tope para no perderlo nunca. Eso no quita que a veces necesite estar sola, que a veces me ponga de los nervios, que estoy agotada todo el tiempo, pero no me estorba su existencia NUNCA.

Por eso me da pena esa niña morena que mira descolocada a la imbécil de su madre y se va con su bonita piedra a otra parte sin un beso ni un ¡vaya, sí que es bonita, y tú muy lista por encontrarla! A veces se lo he dicho yo, pero debería ser su madre la que se lo dijera, porque a ella es a la que quiere más que a nada en el mundo, no sé por cuanto tiempo más.