23.5.13

La princesa y los sapos




Hace un par de domingos estaba zapeando, cuando apareció de repente en mi pantalla un chaval con la chupa de cuero y el escudo del Capitán América. Como me gustan los superhéroes me quedé un momento viendo la movida. Y empecé a flipar y a descojonarme casi de inmediato con la sucesión de personajes imposibles que empezaron a desfilar ante mi pantalla. ¿Pero qué programa es este? ¿Qué mente calenturienta y malvada ha pergeñado tamaño desfile de freaks? No soy fan de los realities, pero este me hizo reír en lugar de vomitar, así que me quedé enganchada.

Pongo en antecedentes a los no iniciados. El programa en cuestión lo emiten los domingos por la noche en Cuatro, se llama Un Príncipe para Corina y es un docu-reality en el que un montón de tíos rarunos compiten entre sí para “enamorar” a una cangrejita de esas que hacen que los tíos lean el blog de Macarronazo a ver si hay suerte y le pueden meter mano aunque sea de lejos. La niña es un bombón. 21 añitos de malagueña que para lo monísima que es no es idiota del todo, acompañada de su hermana y del amigo gay más gay del mundo.

Una de las particularidades del asunto es que esta vez los tipos están divididos por grupos según sus características morfológicas o espirituales llevadas al límite por un magistral casting que ha escogido a lo mejorcito de cada casa. Son demasiado raros para estar actuando pero son demasiado extremos para ser así de verdad…A saber:

Soy la monda de simpático!
Me duele la cara...

Los guapos. Un grupo de esteroides andantes que no saben lo que es un rocódromo pero gastan músculos de infarto y cerebro de pimiento morrón preocupados todo el día por si ya han tomado sus píldoras quemagrasas, porque no hay suficiente espacio en el baño para todas sus cremas ni suficiente armario para que sus trajes de marca cuelguen impecables. Sólo creí que salvaba a uno, un policía nacional (como no, la cabra tira al monte) supertatuado y algo menos gilipollas que el resto…hasta que confesó emocionado que era un romántico y que su cantante favorito era Pablo Alborán. Lástima, porque en camiseta y vaqueros prometía…
Y el chino vasco.

Los simpáticos. Feos hasta morirse, y ni siquiera son simpáticos sino que van de graciosillos. De arcada.

Los únicos. Los tíos más raros del mundo, incluido uno que dijo ser vampiro y al que la pobre princesita, con una carita de asco que no podía disimular, eliminó en el primer programa. Aquí se salva por guapo uno que es skater y por bizarro el chino-vasco. Como lo leéis. Un chino vasco, con bandera encima de la cama y todo. No, si será verdad eso de que los vascos nacen donde les sale de los cojones…

Los nerds. Estos son mis favoritos. Igual de raros que el resto pero estos son exagerados con los cómics, la literatura fantástica y son empollones. Ya saben que tienen las de perder y son los únicos que no se toman en serio. Además, el más feo y gordo de todos es un gallego con un sentido del humor, una retranca y una ironía que me descojono cada vez que abre la boca. Recién saliditos de The Big Bang Theory.


La belleza está en el interior...
Pero lo que de verdad me tiene enganchada del programa es lo que hacen con las imágenes después de grabar. GRANDE. Al parecer hay una cueva en los sótanos de Cuatro en la que están escondidos el equipo de montaje y producción más malévolo, burlón e hijoputa de toda la tele, que se dedica a insertar efectos de sonido, musiquitas varias, fondos de colorines y a sacar fuera de contexto frases graciosas para convertirlas en auténticos momentos de despelote. Como si no fueran suficientemente pintorescas las gracietas de los simpáticos, las autodenominaciones de los guapos, la filosofía de vida de los únicos y cualquier cosa que diga uno de los nerds. Para morirse.
Esto tiene que ser todo mentira, seguro, pero no me había reído tanto un domingo por la noche antes de enfrentarme al duro lunes, en años.

Os dejo el enlace al post sobre el programa que ha escrito mi crítico de series favorito, el cual también se ha rendido a los encantos de esta cosa rara que veremos como termina, porque no se yo la pobre princesa a qué sapo acabará besando al final…

3.5.13

Cuando Arturo se pone romántico



Existen dos clases de románticos. Los que lo son y les encanta y viven su vida de acuerdo a las leyes del romanticismo y los que no se tienen a si mismos por románticos ni sentimentales, pero a veces, hacen algo romántico sin darse cuenta.

Tengo un amigo que cada año el día de su aniversario, le regala a su novia, ahora su mujer, el mismo número de rosas rojas que años llevan juntos. Y ya lleva 9. Ella encantada de la vida, espera ansiosa el momento en que el florista irrumpa en su despacho con las flores y a ambos les chifla el asunto. No os creáis que el tipo es un flacucho enfermizo y gafitas que sólo lee a Benedeti, ¡qué va! Es un tío bastante guapo, grandote y muy deportista que rara vez no lleva nada de North Face, pero es un romántico. Pues lo siento chaval, te quiero un montón pero a mi lo de las rosas me parece una cursilada y como se te olvide un año te va a caer la del pulpo.

Yo leía bastante a Becquer en mi adolescencia. Más las leyendas que las rimas, pero las rimas también. Ese sí que era un romántico. De puro romántico han sobado tanto sus versos que ya ni los intentamos entender en toda su profundidad.

Hoy la tierra y los cielos me sonríen,

Hoy llega al fondo de mi alma el sol.

Hoy la he visto, la he visto y me ha mirado,

¡Hoy creo en Dios!

¿Te imaginas hacerle sentir esto a un hombre? Es para tirártelo un par de veces al menos, al pobre. Aunque ve con cuidado, porque si se pone así por una mirada, igual lo matas de un infarto cuando te vea cabalgando desnuda sobre él como una amazona en celo. Tú verás. A mi no me van estos especímenes de verbo florido y mirada lánguida, ni aunque escriban tan bien como este poeta.

Luego están los otros, los que no hacen cosas románticas, los chulitos curtidos en mil batallas que no se enamoran (casi nunca) ni se dejan llevar por el corazón, como los protagonistas masculinos de las novelas de Pérez-Reverte. 

Acabo de terminar El tango de la Guardia Vieja, su última novela, y me ha dejado loca, casi tanto como la anterior (El Asedio, mi favorita hasta la fecha junto con el primer Alatriste) Qué hombres, ¡qué hombres! Espero no llenar esto de spoilers por si pensáis leerlas, pero ¡qué hombres! El Capitán Lobo y Max Costa. Ambos muy diferentes pero con finales muy similares. Un par de hombres a los que las mujeres en general no han importado demasiado a lo largo de su vida, las han utilizado igual que ellas a ellos, pero llegado el momento saben distinguir de entre todas las que arrugaron sábanas junto a ellos, aquella por la que vale la pena jugarse el tipo y la dignidad (y perderlo, como sospechaban que iba a ocurrir) para que ella gane y siga su camino. Nunca he hecho esto por nadie, pero por ti, lo hago. Diossss. Cuando es real, cuando es cierto, esa clase de gestos nos vuelve locas, nos desarma, nos descoloca.

Cuando un tío al que no has conocido más que follamigas y que prefiere madrugar para hacer deporte a ligar hasta las tantas en un garito mientras se emborracha, te manda sin previo aviso una carta con sello y todo, de las que deja el cartero en el buzón, con una sola frase escrita de su puño y letra en mitad de la página abriéndote su corazón, lo mínimo que puedes hacer es enamorarte.

Advertencia. Cuando es real, cuando ella te importa de verdad y no sólo estás intentando llevártela al catre, porque tarde o temprano te pillará, y no hay nadie más temible que una mujer despechada.