24.11.12

Para qué sirven los niños

Pues tendrías que ver a mi madre...
Los propios, se entiende, los ajenos no sirven para nada excepto para darte el coñazo desde la mesa de al lado cuando vas a cenar ¡por fin! a un restaurante caro y tranquilo.
Una de las posibles consecuencias de tener un día tontorrón como los descritos en el post anterior puede ser que meses después venga un retoño a tu vida para quedarse foreverandever.
Las consecuencias negativas del hecho de generar progenie ya las había comentado antes, así que hoy quería hacer de abogado del diablo.
 
Los que leen habitualmente mis chorradas ya saben que no suelo pecar de cursi, así que podéis seguir leyendo sin miedo a que os suba el azúcar. No hay unicornios ni arcoiris ni salen expresiones como “son adorables” o “dan sentido a tu vida” en todo el texto. Prometido.
 
¿Para qué sirve entonces tener niños?
 
Te hacen ser mejor deportista. Practiques el deporte que practiques, mejorarás tu rendimiento y tus marcas. Garantizado. Porque un crío aumenta de tal modo tu umbral de agotamiento soportable que a partir de ese momento las dos horas de espining o como se llame te parecerán un paseo por el parque.
 
Son antidepresivos. Con ellos cerca vas tan de culo todos los días y 3 de cada 5 noches que ni de coña tienes un par de horas para pensar “qué estoy haciendo con mi vida”.
 
Los que necesiten una excusa para volver a jugar a las canicas, al escondite, a los clicks, con la Barbie (con la pequeña, Torpe Man, no las que usas tú, la de Mattel)…ya la tienen. Y además como son canijos, si eres competitivo les ganas siempre y si eres su madre te ganan siempre y se van a la cama a la primera.
 
Te ríes como en la vida. Bueno, si eres un soso de cojones o un pesimista nato igual no, porque los hijos tienden a parecerse a sus padres y no sólo en el tamaño de las orejas, así que a poco divertido e ingenioso que seas, el nivel de chaladura de tu miniyo tanto hablando como jugando te va a hacer pasar unas tardes de domingo lluvioso en invierno más divertidas de lo que imaginas. Sobre todo el rato que duerme la siesta, ejem.
 
Esa es otra. Ya no te volverá a doler la cabeza jamás. Porque cuando te deje un rato en paz hay que aprovecharlo, te duela o no te duela. ¡Quien sabe cuando volverás a tener otro!
 
Cuidado conmigo
Te hace disfrutar, como si fueran preciados regalos, de esas pequeñas cosas de la vida a las que antes no dabas importancia. Como ducharte sin interrupciones, leer un capítulo del libro seguido, cenar en silencio, despertarte porque tu cuerpo decida que ya ha descansado lo suficiente, ver una película en la que no salga el puto Bob Esponja…
 
Gracias a ellos eres mejor persona. O al menos lo intentas. Por supuesto si tienes ya una base adquirida, porque si eres un vago, abusón y buscabroncas casi seguro que tu hijo será igual de tete que tú. Son micos, hacen lo que ven, así que si estás centrado y tienes sentido común te esfuerzas para que lo que vean en casa tus hijos sean actos de bondad, amabilidad y cariño. Ya les enseñará lo que es la vida el hijo del broncas en el patio del colegio.
 
Para que vuelva a gustarte la Navidad. Ya que no puedes borrar del calendario esas fechas entrañables llenas de calor familiar, cenas y comidas indigestas, visitas inesperadas de parientes a los que no ves durante el resto del año (por algo será)…Al menos con niños pequeños en casa las vives de otro modo.
Me gustan sus caras de flipe cuando ven el árbol, las luces de la calle, cuando aparece en la despensa otra vez en turrón de chocolate, “pero del de Navidad de verdad, el que lleva a papá Noel y al trineo, no el de entrenamiento” (léase marca blanca). Verlo investigar cual Sherlock Holmes lupa en mano cada rincón de la casa intentando averiguar dónde han escondido los Reyes la cámara oculta para ver si se porta bien. Ayudarle a escribir la carta con dibujos y todo para que no se equivoquen de regalo…Además, un bebé es la excusa perfecta para escaquearte de eventos indeseados. Que si es muy pequeño…que si hace frío…que si habrá mucha gente y se agobia…
 

Ya no tienes que preocuparte por el dinero. Porque ya no tienes dinero. Todo te lo gastas en ellos. Para ti no queda nada. ¿Ves? Ya no hay remordimientos por culpa de la tarjeta de crédito. Un chollo.

16.11.12

Esos días en que estás tontorrona


Tengounacosaquemeardedentroooo...

A ver si a vosotras féminas que frecuentáis este blog también os pasa. Hay días en que sin venir a cuento tienes el cuerpo rumboso, retozón, lúbrico, facilón, asilvestrado, musical. Días en que te miras en el espejo después de la ducha matutina y te dices: nena (nena es algo que sólo te puedes decir tú, tu padre o Jak Teller sin que le pongas cara de perro feminista) Pues eso, que te dices: nena, hoy estás de tremenda que si yo fuera un jaco australiano te ibas a enterar ahora mismo de por dónde se va a Cuenca, ¡morenaza!.
Dicho en fino, que sales al mundo eróticamente cargada. Serán las hormonas o algo. Lo curioso es que los hombres cuando tenemos un día de estos tontorrones a veces se dan cuenta, lo notan, lo olfatean.

Ejemplo que me ocurrió hace un par de semanas. Estaba con la moto parada en un semáforo en la Gran Vía de mi ciudad. 8 de la mañana. Día rumboso para mis hormonas. Casco integral, guantes, vaqueros y botas, chupa de cuero abrochada hasta arriba (vamos que no enseñaba ni la punta de la nariz) y se me para al lado un pavo en una Monster roja. Noto que me está mirando, ladeo la cabeza ante su interés, me sonríe debajo del casco y me dice:

-         ¿Dónde vas?
-         A trabajar – respondí.
-         Yo también, pero me iría a almorzar por ahí…
-         Au! –fue mi contestación.

Nos reimos, el semáforo cambió y tras un adiós breve con un movimiento de casco cada uno tomó su camino para seguir con su vida.
Vale, es sólo una anécdota chorra, pero cada semana paran a mi lado en los semáforos decenas de moteros. ¿Porqué precisamente me sonríe y me habla uno (montando una Monster además, mis bragas por los suelos) ese día en que iba yo rumbosa pensando en las cosas que le rechupetearía al protagonista de Justified si me lo encontrara en un motel de Kentucky? ¿Casualidad? ¿Me olió las feromonas? ¿Será que iba dejando rastro por la calzada y no precisamente de aceite?

Al parecer es muy normal entre nuestros colegas del género masculino el ir así por la vida, con las hormonas revolucionadas y el cuerpo presto a un sivoyconloquetedoy ante cualquier amago de fémina dispuesta, pero al menos a mi no me pasa todos los días el tener el cuerpo acelerado de esa manera. Y eso que nosotras lo tenemos más fácil para disimular, que puedes estar cachonda como una perra en mitad de una reunión de trabajo por culpa del traductor de polaco que ha traído el cliente y no darse cuenta nadie (bueno, a lo mejor el traductor un poco sí, ejem, que se te van los ojos, nena). Eso mismo en el caso de ellos supondría un problema grave cuando se levanten todos para despedirse y uno no pueda mantener la verticalidad. Alguna ventaja tendríamos que tener en los asuntos del refocile.

Creo que fisiológicamente hablando nos coincide con los días de la ovulación, ¿puede ser? Igual tiene que ver con el instinto de procreación que seguimos manteniendo de cuando éramos (todavía) más animales que ahora. Con el rollo ese de: Homo Erectus, porfa, fecúndame hoy que además de ser mi día fértil va y resulta que me apetece muchísmo.

La ventaja que tiene en estos días el hecho de estar emparejada es evidente. Un email corto y directo y sabes que tu Hombre estará al pie del cañón dispuesto a quitarte ese desasosiego en cuanto llegues a casa. Además, como son prácticos hasta la médula, a él le importa un pito si vienes desmelenada por culpa de un traductor de polaco o porque te ha multado la Guardia Civil. Él es quien se lleva el premio.

11.11.12

You sexy thing


Traduciendo literalmente: Tú, cosa sexy. Me he enamorado de una guitarra y yo no sé tocar la guitarra pero si algún día me diera por aprender, sería con una de estas. Sabía algo de pequeña con una guitarra española que aún no sé porqué me regalaron si jamás mostré interés al respecto. El saxo. Yo quería tocar el saxo. Con 8 años ya sabía que lo importante es la actitud. Si no quieres estudiar solfeo y te obligan, al menos que el instrumento mole. Y claro, no me dejaron. Así que toqué un poco la guitarra en el colegio pero eso de “la rueda de do” nunca ha sido para mí. Ni poniéndole pegatinas a la pobre funcionaba. Poca actitud. O la tienes o no la tienes. Y he descubierto que hay objetos que la tienen, igual que las personas.
Así que esto va de objetos con actitud. Objetos que si los incluyes en tu vida diaria te hacen subir puntos en el coolómetro porque ellos solos ya tienen personalidad propia.

Una guitarra dobro resonador. Parece una lata de atún de la América profunda y suena más paleta y sucia todavía. Es rara, no sirve para cualquier estilo de música y en las tiendas de música en España no creo que las encuentres. Pero ¿a que mola muchísimo? ¿A que suena genial? ¿A que te gustaría tomarte unas cervezas con el pirado al que le da por tocar esta lata vieja?

Un Ford Mustang Shelby GT350 de 1967. Negro, por supuesto. O un Chevrolet Corvette C1 del 61. Rojo, faltaría más. Estos coches tienen clase, historia, actitud. Es imposible que no te guste ninguno de los dos. El Mustang para los malotes, el Corvette para los chicos buenos.


La chaise longue Vitra de Charles y Ray Eames. Te conviertes en chica Bond al tumbarte en ella. No se puede estar en esta preciosidad en una pose que no resulte sexy. Está expresamente diseñada para eso.


Una chaqueta de cuero de aviador. Envejecen muy bien, son calentitas…¡A quien le importa! Lo importante es que pareces recién salido de un bombardero de la segunda guerra mundial cuando te la pones. 

La Triumph Thruxton. Iba a poner la Monster, para variar, pero esta tiene más actitud todavía. Esta moto va diciendo I’m the wild one en cada curva que toma. No sé que me gustaría más, si tenerla yo o que un machote que la conduzca derrape delante de mis narices, se levante la visera del casco y me diga: sube guapa. Ay…que romáaaantico.


Un cosmético Benefit. Me encantan. Un cosmético que tiene un nombre como “I’m glam, therefore I am” y un packaging y una publicidad como estos se sale de la masa por glamuroso y delicioso. Sólo con verlo ya sabes que parecerás una princesa Disney si te lo pones. Luego falta que sea verdad, pero en cualquier caso ya vas predispuesta a ser la reina de la fiesta si llevas en los labios un brillo que se llama California kissin’

Y por último un dóberman. Vale que no es una cosa, pero es el perro más bonito, más elegante y más poderoso que he tratado. Tiene una inmerecida mala fama porque es serio, altivo y no le gusta retozar entre las flores o que le pongan nombres como Toby. Yo jugué mucho con una familia de dóbermans de pequeña y eran geniales. Cuando sea una anciana renegona de melena plateada pienso tener uno como guardaespaldas. Por si algún inútil al que cante las cuarenta se me pone tonto.